Les danses
El nombre con que los ejecutantes son conocidos "els dansants". La fecha más antigua con que se conocen nos remontan al siglo XVII. Invadidos por un carácter religioso, actúan en las fiestas patronales de la Virgen de la Ermitana los días 8 y 9 de septiembre bailando en la procesión, en la plaza de Armas y en la misa mayor de vísperas. La ronda nocturna ("albaes") es parecida a las peticiones diurnas de los pueblos aragoneses en que reciben presentes para gastar en una merienda que aquí se traduce en "fer lo ranxet" con análoga significación.
La parte coreográfica se compone de bailes de espadas, de palos y excepcional y más tardíamente, de arcos y de cintas, a los que se añaden algunas peculiaridades como los pequeños escudos ("broqueles") de Urrea de Gaén o las torres humanas de Tauste. En cuanto a la parte hablada, componen un auténtico teatro popular en donde hay un diálogo entre moros y cristianos con las más divertidas invenciones (en Sariñena aparece Carlomagno) que puede tener su origen en el Alto Aragón y, especialmente, en "La Morisma" de la Ainsa; a él se añade una pastorada o diálogo más o menos chistoso e improvisado entre un rabadán y un mayoral, que puede encontrar su más antiguo origen en Ribagorza y finalmente un añadido, en donde hay una pugna entre el bien y el mal, simbolizados por un ángel (siempre representado por un niño) y un diablo, cómico y desvergonzado cuya peor "hazaña" era levantar las faldas de las muchachas.
Naturalmente que en estos diálogos siempre vencían los cristianos (tras una breve lucha) que convertían a los moros y el bien o el ángel, componiéndose una figura que enlazaba ambos diálogos, levantándose al niño sobre las peanas formadas por los sables de los danzantes y dando desde arriba un viva al Santo Patrono.
En los diálogos de moros y cristianos intervienen los generales o embajadores; pero aquí la contienda tiene más entidad, como en las versiones del sur de Valencia, apareciendo también las comparsas de "labradoras", "gitanillas", "pelegrines", "caballería mora", "moros" y "cristianos".
La extensión de este tipo de dances por tierras de Castellón es muy significativa, sobre todo en la comarca de Morella y concretamente en Todolella. Así se puede comprobar en la comunidad de atuendos, calzón y pañuelo o en la incorporación de castañuelas en el Sudeste de Teruel y en Castellón, sobre todo para bailar delante de la peana de la imagen, en la procesión.
Es curioso el origen las conocidas enaguas almidonadas , comunes a todo el dance del norte de España.
En Peñíscola se cree que su origen está en el desprendimiento de las mujeres que al regresar sus hombres de una batalla, victoriosos, pero con las ropas destrozadas, les cedieran una de sus varias enaguas "para tapar sus vergüenzas" , y con ellas bailaron una danza triunfal , conservándose después el rito, la realidad es que se trata de una costumbre general a casi todos los dances, en mayor o menor medida, cuyo origen pensamos que puede estar en unas fingidas parejas mixtas nacidas de la prohibición de la intervención de mujeres en las danzas religiosas coetánea de la que impedía la celebración de estos bailes en las iglesias.
En Peñíscola los palos, delgados y largos, están más de acuerdo con los "balls de bastons" de Cataluña, que con los gruesos y cortos de Aragón, en donde el vigor en el entrechocado de ellos es uno de los elementos peculiares, llegando en las montañas de Santa Orosia, en Yebra de Basa, a hacer saltar en pedazos los palos de durísima madera.
Tampoco se ha transmitido el acompañamiento musical, que no conocemos anterior al siglo XVIII, ni los instrumentos, como el rarísimo chicotén o tambor de cuerdas pirenaico, de Yebra o la omnipresente gaita de fuelle que está desapareciendo.
Independientemente de todas las erudiciones, lo importante es que estos bailes se conserven y que se modere la introducción en ellos de elementos actuales que no harán sino desnaturalizarlos, aunque hay que reconocer que tal como han llegado hasta nosotros son resultado de una conglomeración de tiempos y de modas. En los igualitarios tiempos en que vivimos, que pueden llevar al hastío, vale la pena mantener y acusar las peculiaridades, que son los ricos matices de nuestros pueblos y de sus gentes.